viernes, noviembre 12, 2004

Arritmia


Nunca he tenido ritmo.
Nunca he podido concatenar nada.
Mi sensibilidad es la de un carnicero.
Mis mujeres son raras: tienen narices deformes, los ojos pequeños, los vientres inflados, las patas chuecas, las nalgas feas, los pechos operados.
Nunca he tenido ritmo.
He sido amante de lo raro, de los himnos al PRI, de las porras al América.
Soy amante de las obleas.
Me gusta oler a los pordioseros en los mercados.
Soporto el perejil mugroso.
No puedo vestir de negro, necesito colores chillantes.
Me quiero ahogar en mi vómito.
Quiero ser la Mama Cass, muerto por mi propio pan con jamón y queso.
Nunca he tenido ritmo.
Me encanta la necrofilia porque mis amantes, todas, están muertas. Y les hago el amor como panteonero.
Recuerdo las composiciones a la bandera de la primaria, recuerdo que los llamados “mis compañeritos” sacaban diez por ser bien portados.
Recuerdo los dibujitos fálicos en los baños.
Recuerdo el olor a mierda y orines y los letreros graciosos y albureros.
Nunca he tenido ritmo.
Nunca.
No intento tener ritmo, me fascina lo hueco, lo inútil, lo superfluo.
Tengo la sensibilidad de un carnicero del mercado La Acocota.
Debería haberme llamado don Carlos y con un aplanador terminar de destruir a las reses. Hacerlas a mi imagen y mi semejanza para después sonreírles a las marchantas chancludas que se quitan el zoquete de entre los dedos frente a mi para tratar de excitarme.
Nunca he tenido ritmo.
No soy nadie para tenerlo.
Me encantan las tortas de tamal con rajas y que el hocico me apeste a memelas.
Debo morir ahogado en mi vómito, en mis heces que son desechos míos pero que me llevan a mi, llevan lo que cargo dentro.
Tengo las manos limpias, las uñas relucientes, los zapatos lustrosos pero soy arrítmico.
Quizá sea la falta de tiempo.
Me fascina el olor a sexo mezclado con agua bendita.
Me fascinaría hacer el amor con una de mis amantes en el atrio de alguna Iglesia. O masturbarme en el estrado de una congregación cristiana.
No tengo ritmo, ni sentimientos.
Soy un armatoste de huesos y carne y patas y uñas y pelos.
Soy un lugar común en medio de cosas comunes.
No sé escribir, no tengo ritmo.
Soy una bola de grasa llena de cerveza Victoria.
Platico de política, de mierda, de basura.
Estoy mentalmente muerto.
No existo.
No tengo sensibilidad, soy un carnicero que aplano bisteces.
Sólo aplano bisteces.
Mis ideas no tienen orden.
Me encanta la pestilencia del sexo con el agua de jamaica.
Los muertos no tenemos ritmo.
Sólo estamos aquí estirados, nos tienen que mover para, por lo menos, parecer zombies.
Estoy aquí.
Ahogándome en mi vómito.
Sin ritmo, sin sensibilidad, sin nada qué decir, sin nada porque nunca he existido.
Ni los dibujitos fálicos de los baños de mi escuela.
Ni mis amantes extrañas con sus vientres inflados, sus narices chuecas, sus piernas más largas y sus caderas desviadas.
Nada.
No hay ritmo.
Ni la mugre de entre los dedos de los pies de las marchantas que excitan a don Carlos. A mí.
Soy la imagen misma de la inexistencia.
De lo aburrido.

De lo arrítmico.

jueves, noviembre 04, 2004

El de la huelga de hambre salió a comer

Mi subconciente ha andado de vacaciones. Supuestamente se había tomado unos días, mientras el otro yo se ocupaba de su vida.
Ha estado en año sabático, aunque recientemente alguien está reviviendo esa madre que traigo en la cabeza.
Esperen noticias.
Pronto habrá noticias.
Mientras tanto el de la huelga de hambre salió a comer.

Nota bene* Esa frase es real. Hace como cinco años afuera de las oficinas de la SEP había un señor canoso que se encadenó a una silla y se declaró en huelga de hambre porque no le querían dar chamba de burócrata.
Desde las nueve de la mañana estaba ahí sin comer y encadenado a su silla.
Un día, a eso de las tres de la tarde se levantó de su asiento y dejó sus cadenas. Supongo que habrá ido al baño. Junto a su silla estaba colocado una consigna en contra de la Secretaría de Eduación Pública y venía su nombre y abajito decía "Por eso llevo ... (tantos) días en huelga de hambre".
A alguien, no se a quién, se le ocurrió escribirle junto a su consigna: "El de la de la huelga de hambre salió a comer".