jueves, febrero 22, 2007

Los bueyes de doña Blanca

Blanca Laura Villeda entró como torera a una corrida cuando arribó al Congreso del estado: partiendo plaza.
En vez de banderilleros usó a más de diez judiciales apostados en la entrada del reciento legislativo que evitaron el acceso del Ministerio Público corrupto recomendado por López Zavala; en vez de un vestido de luces, Villeda se fue al salón y estrenó look y, tercero, los toros de lidia que enfrentó (los astados o mejor dicho sus bueyes) estaban a modo por sus preguntas más que cómodas y sus críticas armadas.Mientras la procuradora Legalita sorteaba las faenas con sus vaquillas legislativas, en algún lugar de Casa Puebla un funcionario reventaba al ver un periódico que a ocho columnas decía: “Zavala confiesa: sí promovió al corrupto”.

Inmediatamente, de esa oficina, salían los comunicados de prensa tratando de minimizar lo dado a conocer por su nueva enemiga. La “procuradora de hierro” había reventado contra el hijo pródigo de Pijijiapan. Eran casi las doce del día y Villeda caminaba con paso lento en la alfombra legislativa. Norma Sánchez Valencia miraba atenta a su amiga que pasaba como un ente casi muerto en medio de las curules, casi levitaba, parecía una protagonista de la imaginación torcida de Tim Burton.
Norma Sánchez, en esa actitud que sólo asumen los caemebien, le sonrió a su amiga, pues ella sería la que evitaría los golpes en su contra, sería quien desviaría la atención.
Las reses legislativas estaban ahí como siempre, echadas sobre cada una de sus curules, vegetando, devengando un salario a cambio de hacer más horas nalga.
Las reses con cara de mú, por cierto, cualquiera que entraba a la sala de sesiones escuchaba los mugidos como parte de la escenografía de este corral de toros mansos.
La procuradora, en cambio, mostraba su actitud de prefecta de primaria oficial de los años ochenta; ella llevaba unos lentes que la hacían ver como emergida de una escuela de monjas y trataba a sus bestias como niños mal portados.
El elemento que resaltaba eran los judiciales que estaban apostados en diferentes puntos del recinto legislativo. Ellos, vestidos de traje Milano, hacían recordar una parodia de Óscar Chávez: “Soy guarura de levita, de esos de Secretaría, de los que le huelen la cola a su jefe todo el día… es bien chido ser guarura y de alto funcionario, de huevones todo el día y nos pagan buen salario”.Así estaban estos justicieros del mal tomados de algún cómic del desaparecido Pepín Chamaco. Todos ellos de pie todo el tiempo con sus chicharitos impidiendo la entrada del Ministerio Público dado de baja.
La sesión de preguntas —a modo, por su-puesto— iniciaron de parte de estos toros de lidia.Norma Sánchez le dijo a su gran amiga que por qué no mejor pedía licencia a su cargo, mientras se hacía la investigación tanto de la Corte como de la PGR, por el caso Lydia Cacho.
El silencio en este corral imperó.
Los mugidos callaron en este corral de astados.
La señora Villeda, hábil en su manejo, respondió: “En primer lugar la Procuraduría tiene mucho trabajo en muchos ámbitos”
Alguien en tono de sorna comenzó a aplaudir, pero las bestias lo siguieron, pensando que esos aplausos eran dirigidos por Pericles Olivares Flores, quien había mandado la tarjetita diciendo: “Aplaudan”.
La confusión llegó al escuchar a Norma Sánchez, pues hubo quien especuló que era la respuesta de López Zavala a la acusación de corrupción que hizo contra su recomendado.“No, no, no”, dijo alguien más inteligente, Norma Sánchez fue quien quitó las cornadas que los toros azules podrían hacer al tocar el escándalo Marín.Los diputados azules, cuales vaquillas, se fueron con la finta y fueron toreados con tal facilidad que la procuradora terminó por cortarle sus rabos y sus orejitas, pues éstos se la tragaron completita.Finalmente, la simbiosis PRI-PAN en el Congreso es tan grande que a la hora de mostrarse como animales de corral se confunden.La corrida concluyó con fotos de las diputadas con su admirada Villeda, la mujer que enfrentó a López Zavala y toreó como toda una artista de la fiesta brava a las bestias más caras de este estado: los diputados.