miércoles, octubre 05, 2005

El rector Agüera le rinde protesta al rector Agüera

Como en un poema del viejo poeta Ernesto Cardenal, en Puebla pasó lo mismo
O en otras palabras: el rector Agüera le encargó la nueva reforma universitaria al rector Agüera, a fin de que el rector Agüera utilice su cargo al estilo Agüera.

La última imagen del video institucional proyectado en dos pantallas durante la toma de protesta de Enrique Agüera Ibáñez —en el auditorio Julio Glóckner— definió el futuro de lo que serán los tiempos agüeristas: “Nueva Reforma Universitaria. Maestro Enrique Agüera Ibáñez”. Diría el clásico: alabanza en boca propia es vituperio.
Y no sólo eso, las adulaciones a sí mismo se convirtieron en la nueva forma de hacer política al interior de la máxima casa de estudios. Tan fue así que Enrique Agüera (el rector interino) le rindió protesta a Enrique Agüera (el rector entrante).
Y él mismo se felicitó por su triunfo.
Y él mismo se sonrió consigo mismo.
Sólo faltaba la imagen en la que Agüera se abrazara y se deseara los parabienes como un narcisista desbordado.
Más tarde, ya en la comida del festejo, los operadores de Agüera, desde Damián Hernández (conocido por los universitarios como “El milanezo”) hasta Rafael Oropeza, incluyendo a Fernando Santiesteban Llaguno (“El Barbas Meadas”, universitarios dixit) se la pasaron abrazando a su jefe. Incluso Hugo Eloy Meléndez ahí estaba, controlando sus deseos por el alcohol para evitar otro borrachazo.
Aduladores y busca chambas por aquí y por allá: “Maestro Agüera, una foto”, clamaban las secretarias al verlo pasar.
Mientras Agüera recorría las mesas para saludar a sus invitados en el tercer patio del Carolino, varios de los universitarios como el porro de Rafael Oropeza lo cazaban para saludarlo, no una, sino dos o hasta tres veces.
Si Agüera iba a la derecha.
Ahí están sus funcionarios que van para la derecha.
Si Agüera va para la izquierda.
Ahí ves a sus corifeos que corren hacia la izquierda.
Si Agüera se sienta.
Ahí los ves de pie a unos metros de él, esperando a que se levante.
Si Agüera quería ir al baño.
Los seguidores del agüerismo se apostaban afuera como si fueran guaruras esperando ayudarlo una vez que terminara.
El tercer patio fue en donde la austeridad universitaria se vio opacada por el vino y alcohol que rodó por todas las mesas hasta la noche.
No obstante, horas antes, uno veía a Enrique Agüera con el dedo índice extendido, con la voz firme diciendo en los micrófonos: “Especialmente habrá ahorros en las comidas institucionales y obsequios protocolarios”, pero no, la austeridad republicana sólo sirvió para quedar bien con el marinismo, pues más tarde ésta se convirtió en una austeridad chabacana.
Los únicos que no asistieron para legitimar su “amarre de cinturón” fueron los velecistas: Ni Francisco Vélez ni su hermano el ex rector Alfonso.
En el tercer patio estaban todos: universitarios, funcionarios y periodistas, que con sus plumas y sus tremendos traseros calentaban las sillas y se la pasaban adulando a todos los hombres del poder.
—¿Cómo ves a “El Milanezo” (Damián Hernández), que quiere Comunicación Social?
—¿Milanezo?, ¿por qué le dicen así?
—Ah, porque cada que el rector le dice que si ya hizo algo él siempre responde: “Tsssss, ya estuvo, jefe”. Hace como si friera milanezas. A poco no, si lo ves parece que vende tortas de chorizo con huevo, pero eso sí, bien sabrosas.
—¿Y quién va para la Secretaría General?
—“El Barbas Meadas”.
—¿Y ese quién es?
—Fernando Santiesteban Llaguno.
—¿Y por qué le dicen “El Barbas Meadas”?
—Tienes dudas, ve y huélelas.
Mientras todo ello ocurría, varios universitarios se quejaban porque se les había obligado a renunciar de sus puestos:
—Y yo qué culpa tengo, por qué me obligaron a renunciar si yo no soy funcionario
—¿Y quién lo obligó?
—A mí me dio la orden Rafael Oropeza y fue a fuerza.
Ya al final, todo era la borrachera del poder: periodistas jugueteando con funcionarios, universitarios bebiéndose todo el vino.
Cuando ya casi todo había acabado, Agüera regresó y se sentó en una mesa con los típicos lambiscones: Omar Álvarez Arronte, Luis Rossano y un columnista mofletudo y servil, quien por cierto ahora presume su look de luchador a la Latin lover.
Así concluyó la austeridad uapachosa.