domingo, diciembre 02, 2007

La Corte preciosa (versión para niños)

Había una vez un reino precioso en el que un gobernante había mandado a uno de sus pajecitos a darle un coscorrón a una vieja que se quería sentir juglar, denunciando acciones de pederastia y toda la cosa.
Para este fin —el coscorrón—, el gobernador tenía que quedar bien con un empresario textilero que le hacía los trajes a la medida y que, como buen tejedor de redes de corrupción, le había hecho los mejores trajes a su majestad para su campaña política, pues había donado más de dos mil camisetas con el fin de que el pueblo lo eligiera como su gran soberano.
Además, el empresario le había mandado a confeccionar ese tipo de trajes que sólo los inteligentes pueden ver y que eran admirados por toda la comarca.
La mujer que quería ser juglar fue detenida por un grupo de renegados que actuaban como gorilas cada que eran contratados.
Ellos abusaron y torturaron a la juglar y la remitieron a las mazmorras del castillo, en donde una vieja bruja que sufría de falta de amor y de cariño se prestó a la detención. La vieja bruja fue víctima, incluso, de varios de los guardias que estaban a su mando y ello quedó registrado en los anales de la historia, pero como ella sabía demasiado, el gobernante nunca la pudo correr, pues sabía que la vieja bruja podría sacar a relucir todos los hechizos y la brujería que habían utilizado para detener a cada uno de los juglares del feudo que, con una vieja mandolina, contaban las historias más terribles del reino.
Total que a la mujer que quería ser juglar le dieron una buena calentadita y ella, una vez libre, buscó a los más poderosos de toda la comarca para denunciarlo. El caso llegó a una Corte que era igual de preciosa que el gobernador en turno.
Y todos preciosos determinaron que el gobernador debería seguirlo siendo y a la juglar la remitieron a ser tan sólo una vieja cabrona.
Ah, pero el juicio de la historia es terrible, pues este gobernante cada que pasaban los años se volvía más duro y más prepotente. La impunidad era su fuerza de trabajo. Logró atemorizar a todos sus enemigos y eso lo hizo cada vez más solitario, al grado de que él sabía que sí había confabulado, que su voz era su voz y la de su amigo, el que teje las redes de corrupción.
Por ello, aunque sus corifeos y sus vasallos querían declararlo como Dios, siempre quedó evidenciado como el que mandó los coscorrones a la mujer que quería ser juglar, pues este cuento fue contado de generación en generación hasta nuestros días.
¿Y la Corte preciosa?
Pues la mayor parte de sus ministros, todos ellos enfundados en sus elegantes togas negras —tejidas por el empresario amigo del gobernante, por supuesto— fueron condenados a comer y a tragar todo tipo de comida hasta que quedaron convertidos en cerdos. Ellos aún viven y cada que hablan se les oye chillar cuando deliberan sobre los casos más escandalosos de esta comarca. Su castigo será quedar convertidos en pequeños puerquitos que trabajarán como sirvientes para cada que salga un gobernador precioso.



La Corte preciosa (versión para adultos)
Sí, sin duda.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación perdió su oportunidad histórica y prefirió quedarse como una piara tragando desechos para seguir engordando. Pero ojo: Marín no fue exonerado. Ni la procuradora, ni Pacheco Pulido, ni ninguno de los más de 50 funcionarios de Puebla y Quintana Roo, porque quedó claro que sí se torturó psicológicamente a la periodista. Sí se ordenó que abusaran de ella.
Sí.
La historia y los hechos así lo consignan.
Que la Corte quedó mal parada ante la sociedad, es otra cosa. Que la mayoría de los ministros se prestaron a actos de corrupción es otra, pero el juicio moral e histórico ya se dio.
Marín no resurge de las cenizas ni es un ave fénix, es tan gobernador como desde que fue electo en el 2004 y seguirá mandando en el Congreso del estado y en el Tribunal Superior de Justicia.
Es decir, seguirá el mismo personaje con sus mismas atribuciones metaconstitucionales.
Comprando panistas —que venden adoquín— sentándose con líderes de derecha como Juan José Rodríguez Posada. Saliendo en las páginas de revistas rosas. Y alabado por una prensa preciosa que dice: “Lo que el viento a Juárez”.
Es decir, el juicio de la historia será mayor que el juicio de la Corte preciosa.
No fue exoneración. Simple y sencillamente el caso jurídicamente se fue al archivo de los casos indeseables y desechos tóxicos, es decir, a la basura. Se le dio carpetazo y punto.
¿A poco para los ciudadanos nunca fue la voz?
¿A poco ya todos somos buenos?
¿A poco ya se vale la crítica en este gobierno?
Lo único que se logró es que la Corte cayera en un desprestigio tal, que quedó evidenciada.
Y con ellos las instituciones en el país.
¿O no señor Felipe Calderón de Acción Nacional?
Pero de esto Marín no es culpable. Puebla tiene los gobernantes que se merece. Y esto es lo que eligió y es lo que determinó. Hace un año el Frente Cívico Poblano se sentó en público con Javier López Zavala. La derecha poblana prefirió negociar el ISN y los Premios Oye.
La prensa poblana en su mayoría se volvió adicta al poder en turno y prefirieron callar en la lógica de tener más recursos.
Y de aquí nadie escapó.
Por ello, el gobernador no es tan culpable, pero tampoco es el gran héroe ni mártir. Es tan sólo un gobernador emanado de las filas del PRI y que actúa como los cánones de su partido lo indican.
También los panistas actúan de acuerdo a sus cánones. Y los periodistas ídem.
Sólo que con este episodio, la Corte contribuyó a que cada vez más se pierda la confianza en las instituciones.
Y aquél que diga que la Corte no quedó mal parada, está perdido. Quedó evidenciada y con falta de credibilidad.
Hablando en términos periodísticos: La presunta Corte, presuntamente exoneró al presunto acusado y se presume que los presuntos ministros de este presunto país recibieron presuntos cañonazos millonarios, asegura este presunto columnista.



La Corte preciosa (versión para cine)
¿En qué se diferencian las películas de Scorsese y el escándalo marinista? Se parecen en que en ambas historias siempre ganan los malos, pero se diferencian en que los protagonistas del cineasta son excelentes, los otros se quedan en tipo “B”.