lunes, febrero 07, 2005

Recuento del fin de sexenio con mezcla de pecas saltarinas

Lo primero fueron sus pecas en esa nariz aristócrata. En esa nariz sin cartílago.
Lo segundo fueron las odas a la Luna.
Lo tercero fue la revelación de El Ángel Custodio y el cielo y la hora cero.
Vaya que nunca había observado que la naturaleza se detiene, avanza, camina, se muere y renace en cosa de segundos.
"Orita vengo", dije "voy por una botella de agua mineral". Salí a las seis de la tarde de mi casa y regresé a eso de las dos de la mañana.
Vi el cielo que se revolvía en una mezcla de colores azules, rosas, naranjas. Vi la avenida Juárez distinta. Vi a los cuervos gritando, mientras la naturaleza fallecía.
Tu espalda morena estaba ahí.
Tus cabellos recogidos alimentaban la escena.
La Luna estaba a punto de salir.

Lo primero fue tu cabello en una conferencia de prensa de Jorge Morales Alducin.
Lo segundo fue un animal en cautiverio.
Lo tercero fue una coca-cola y un café americano, por cierto horrible.
Lo demás es historia.

Vale, que podría enumerar una por una la serie de encuentros y desencuentros.
Pondría los puntos sobre las íes.
Uno a uno.
Y todo para decir lo que ya sabes: que me traes pendejo.

En el principio fue una flor de calabaza.
En el principio era una quesadilla.
Al final le colocaron rajas y chicharrón.
Pero la flor de calabaza se mantuvo y todo para recordar, una y otra vez, el primer encuentro o reencuentro.
Con tu cabello y tus pinches pecas.
Mis miradas libidinosas.
Mis instintos sexuales.
Mi abstencionismo emocional.
Y las ganas de ir por una botella de agua mineral para no regresar jamás.

Lo primero fue una botella de agua mineral.
Y tus, nuestras, horas cero.





4 comentarios:

Flor de Calabaza dijo...

Dices que fueron unas pecas y saltarinas, para esta flor de calabaza fue el momento.
Una hora cero en la cúspide de un desamor enfrentando una infidelidad, y una hora cero en el apogeo de una soltería en el exceso. No fueron las pecas saltarinas, fueron tus ganas de olvidar y mi desgane de perfidia anónima.
No un agua mineral, porque desde un vermú en el pleno legislativo vomitaste ganas por indigestarte con una verdura amarilla, de pelo largo, de tez morena con aires de intelectual de izquierda, que no es más que una foránea perdida en las rosas que retienen el vuelo de un Ángel Custodio postrado en medio de la religiosidad de una Puebla con doble moral.
Y un poblano apoblanado harto de su vida.
Con una guerrerense achilpancingada harta de la libertad del vuelo que ese Ángel Custodio no ha emprendido.
Y claro está: una oda a la luna llena devorada por la inquisición del planeta, sin más armas y trinchera que el mar quieto en la inmensidad de la Isla de los Pájaros.
En ese momento, cuando la naturaleza se detiene a comprender el dolor humano y explota en belleza para captar la retina y la circulación sanguínea de una de sus creaciones, es ahí donde unas pecas y no cualquiera, si no saltarinas, reflejan la mounstrocidad de la perfecta natura, y unos ojos aceituna que proyectan el olvido de un origen, es ahí, y sí, tal vez sí, y un agua mineral.

Luis Ricardo dijo...

En el principio fue una flor de calabaza.
Qué bonito, señor.

Carolina Zorrilla dijo...

¡qué cosa más bonita!

Anónimo dijo...

Me gustó tu crónica sobre José Luis Ibarra Mazari, se extraña su voz y sus textos.
Nunca le conocí ni fui su amigo, pero sí lo escuché leer un cuento de Julio Córtazar en la Casa de la Cultura allá por 1984, y leer unos poemas de Elías Nandino. Y claro , sus programas en la radio.
Saludos