martes, octubre 17, 2006

Freaks

Freaks
Un clásico de lo grotesco

Alejandro C. Manjarrez escribió ayer en su columna Réplica Contrarréplica sobre la denuncia de hechos que presentó Mejía y Rueda ante la Fiscalía Especializada en Atención de Delitos contra Periodistas y cito las últimas líneas sobre su análisis: “Es un hecho, pues, que los periodistas vivimos entre borrascas y malas caras. Y que en ocasiones usamos la libertad de expresión de manera osada, a veces satírica y de vez en cuando mordaz. Ello causa a quienes criticamos desde la molestia pasajera y tolerable hasta el enojo visceral que propicia la intolerancia. Y en el asunto que nos ocupa, cuyo origen es la entrevista que hizo Jesús Manuel Hernández al gobernador Mario Marín Torres, lo único que se notó fue precisamente la molestia del mandatario, si usted quiere bien justificada. Lo demás, como la supuesta intervención del gobierno para suspender el programa de Arturo y Mario es, valga la expresión, algo subjetivo ya que no se puede probar. Las palabras que expresó Mario Marín son muy parecidas (por no decir las mismas) a las de cualesquiera de los políticos que han ‛sufrido’ la crítica mordaz, satírica y osada de los periodistas en cuestión, con una diferencia: no las pronunciaron en un programa de radio ni son gobernadores”.
Hasta aquí la cita.
Desde la semana pasada se han dado comentarios sobre si es exceso de protagonismo de los señores Rueda y Mejía, que si es el dolor porque salieron de un espacio radiofónico, que si detrás existe la mano negra de Enrique Doger, que si los periodistas carecen de credibilidad, que como Mejía es un periodista que ha criticado a sus colegas de otros medios no se pueden solidarizar con el director editorial de CAMBIO, que si bla, bla, bla y no sé cuántas burradas más.
Manjarrez, de cierto modo, da en el clavo al señalar que hay una diferencia entre las críticas de un gobernador hacia un reportero a las críticas que haga un reportero a un gobernador. Y vaya que existen diferencias: de entrada, el dueño del balón es el gobernador. Él tiene bajo su mando a los cuerpos policíacos, a jueces, judiciales, policías de a pie, al venerable anciano de Pacheco Pulido, las fuerzas vivas del PRI, directores de medios de comunicación, en fin, todo lo que se mueva, desde presidencias municipales hasta diputados. Todos comen de su mano, aunque debilitada, es su mano, aunque pequeñita, es su mano y es la mano de un gobernador.
No es lo mismo dos micrófonos, dos libretas, dos plumas, dos teclados de computadora. En nada se compara.
Pero de todo esto surge la pregunta: ¿por qué denunciar a Marín? Quiero aclarar que pese a que trabajamos juntos, sobre este tema poco he platicado con los denunciantes, es decir, es un punto de vista muy, pero muy personal.
Una denuncia contra el gobernador de Puebla por dos periodistas deja un precedente en la historia. Además, abre una nueva discusión que pocos periodistas quieren entrarle por el miedo, más que a Marín, a sus directores o a los dueños de los medios de comunicación, quienes actúan como empleados de Marín.
Si Marín actúa como lo hace contra los medios simplemente es porque los radiodifusores o los dueños de los periódicos se han convertido en pajes del reino y evitan a toda costa que sus reporteros cuestionen al amo del balón en Puebla.
¿Cuál es la discusión? Simple y sencillo: la mentada relación entre la prensa y el poder.
Cuando un hombre llega al poder hace lo que él quiera, entonces su nivel de civilidad se ve opacado al regresar a su nivel más instintivo, digamos que regresa a su estado animal. De ahí que vienen declaraciones tan fuertes como: “Ya le di sus pinches coscorrones (…) vieja cabrona”, y demás lindezas del lenguaje sexenal. Esos comentarios, hay que recalcarlo, son propios de un animal en su estado natural.
¿Cuál sería, entonces, el método para frenar a un hombre que una vez subido a la silla del poder puede mandar, comprar, enajenar, censurar, callar, festejar, chingar, ayudar a quien se le ocurra? ¿Cómo controlar a un hombre que todo lo que dice es ley?
Los reporteros —y los que se llaman columnistas— nos hemos convertido más en policías políticos que en informadores, por ejemplo: es más importante saber quién filtró los documentos que el delito cometido, y que los citados documentos que lo comprueban. Es más preocupante saber quién es la mano detrás de la filtración que los delitos de corrupción en los que se incurre. Estamos de la chingada, pues. Y aunque siempre es importante saber el ¿de parte de quién? De fondo, siempre de fondo, es el delito que se persigue.
¿Qué garantía tendrá cualquier reportero para escribir, pensar, decir o disentir? De entrada en Puebla aún es un delito la difamación a diferencia del Distrito Federal. De entrada en Puebla no existen los mecanismos para enfrentar a un gobernador o funcionario que se pasa de lanza con un reportero.
Un ejemplo: El 27 de febrero del 2005, 11 diputados priistas denunciaron a Mejía y a Selene Ríos. Los diputados tienen fuero constitucional. Si los periodistas, como así fue, tuvieran la razón y quisieran denunciar a los diputados por difamarlos eso no procedería por el fuero de los legisladores. Un fuero que les da impunidad e inmunidad.
¿Cómo entonces un medio deberá defenderse de los ataques de un gobernador? Al gobernador se le puede criticar por su actuar, pero nunca un reportero serio actuará para derrocar a un mandatario. Un gobernador como es Marín sí actuará para callar a un medio. Y una vez que logra ese objetivo, entonces, utiliza sus chocantes Avances para suplir las malas noticias con sus supuestas buenas noticias.
En Cuba se tiene a Radio Venceremos en donde se habla de las políticas “del compañero Fidel”. En Puebla tenemos los Avances en los que el gobernador usa a su Puebla revolucionaria y salen sus viejitos y viejitas.
¿Libertad de expresión? ¡Mis huevos!
Esta denuncia no es sólo de Mario Alberto Mejía y Arturo Rueda. Aquí le entramos todos los que estamos en contacto con la información.
Es la garantía de que en el próximo sexenio cualquiera pueda decir, pensar y escribir lo que quiera. Es para el próximo sexenio porque éste ya está visto que no. El totalitarismo y las prácticas fascistas seguirán por un largo rato.
Ése para mí, y un grupo de personas con las que he platicado, es el punto más importante de la denuncia contra el gobernador.
Es la primera medida fuerte que se toma para enfrentar la censura en Puebla. No quiero decir que el par de locos del director y subdirector editorial de CAMBIO son unos chingones y que sin ellos no existiría la información, no, por supuesto que no. Ellos al igual que muchos tenemos claroscuros.
El tema es la discusión de fondo, con qué seguridad vamos a trabajar los que nos dedicamos a esto.
Ya sé que van a responder: pinche idealista, pendejo. Ajá y, ¿cómo frenar los excesos de los medios? La respuesta es simple: para eso existe la calidad informativa y la autorregulación. La competencia. De eso depende todo.
En fin, éste es para muchos el tema de la discusión. Con qué reglas vamos a trabajar para poder expresarnos.
Y sí, de antemano soy un pinche idealista y pendejo.

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