martes, septiembre 02, 2008

Cualquier pretexto es bueno

Abro los ojos después de haberme revolcado en las cobijas. El sol no sale aún. Se ve que pronto amanecerá. Me pregunto dónde diablos andas y si es que por algo o por alguna extraña razón te acordaste de mi.
Me baño y miro el jabón, creo en mi mente ilusiones y me pregunto si es que hoy irás a clases o si es que te encontraré en algún lado como alguna vez ha llegado a ocurrir. Me topo con mis libros. No sé a ciencia cierta si es que has leído lo que te he recomendado.
Arranco mi coche y busco tu auto por todos lados. Cuando encuentro uno parecido me acerco para saber si es que tú lo conduces, pero por alguna extraña razón me doy cuenta que no recuerdo el color ni las placas de tu auto ni la marca, ni nada. Sigo de frente.
Camino en la Avenida Juárez. Busco tus pasos. Veo cabelleras y trato de alejarme un poco para no ser imprudente, pero ni ahí estás.
Sigo de frente. Miro el cielo y pregunto si es que disfrutas tanto el cielo como yo lo disfruto.
Estoy tomando con mis cuates. Alguien dice algo. Yo de inmediato hago un flashback y me recuerdo al momento en el que comimos o tomamos café.
Compro un disco. Lo escucho. Trato de encontrarle un significado o un parecido contigo. Escribo en mi blog a sabiendas que jamás lo vas a leer y por eso me atrevo a teclear lo que se me venga en gana.
Escribo. ¿Escribo? Bueno, golpeo las teclas de esta vieja computadora que compré hace años, mientras como un poco de atún.
Duermo, sueño, despierto y siempre que veo hacia el techo me pregunto cómo estarás, dónde estarás, en qué chingaos estarás pensando.
Hago un poco de ejercicio. Veo unos monitores colgados en la pared y me pregunto si es que has ido a tus clases de danza que habías abandonado.

Y es que en el fondo, viéndolo objetivamente: cualquier pretexto es bueno para pensar en ti.

No hay comentarios.: