jueves, octubre 23, 2008

Los tres estados ideales del Hombre

Me preguntan constantemente cuáles son los tres estados ideales del Hombre. Decía López Mateos que el estado ideal era ser senador. Se entiende porque desde esa posición había teléfono rojo con el presidente de la República, los gobernadores te rinden pleitesía, vas a los pueblos y te invitan molito, estás en la antesala para ser gobernador de un estado, las edecanes del Congreso de la Unión no sólo te mueven las nalgas sino que hasta te desajustan la corbata.
Bien, yo nunca he sido senador ni lo pienso ser. No me interesa mamar del presupuesto seis años (bueno a lo mejor sí, pero no por el momento). Dejemos entonces que ese es el primer estado ideal del Hombre (con altas para hablar de la humanidad y no del sexo masculino, varón, vulgo macho o lo que es lo mismo no te agaches porque te...).
Existen otros dos estados: el segundo sería estar borracho.
El tercero y ahí lo dejamos porque es ampliamente complicado, incomprensible, cursi, necesario, emocional, melancólico y que no se cura ni con aspirina ni mucho menos con un desenfriolito, es estar enamorado.
Hasta la palabrita cuesta trabajo, hay que reconocerlo en todos aquellos que nos gusta que nos vean como los malos de la película, los hell angels del cuento. No obstante, una frase de Gabriel García Márquez, creo que él la dijo y sino disculpen mi pendejancia, decía que uno se vuelve viejo cuando pierde su capacidad de enamorarse.
No conozco a nadie que no haya estado en este último estado. Hasta el momento no. Conozco a quien no se ha emborrachado alguna vez en su vida, sí, aunque parezca raro, pero sí los hay. Y conozco a muchos que no han sido senadores y qué bueno, no me imagino a mi mamá desde la tribuna del Congreso de la Unión.
Por qué el segundo es estar borracho se preguntarán: bueno, porque se siente poca madre, la mayoría de las veces y sí eso se quita con el tiempo. Lo peor que puede pasar es que acabes en AA o en alguna congregación cristiana en donde le pidas perdón a Dios y recuperes tu vida.
El tercero no se quita porque un amor es como la buena poesía, no se olvida, simplemennte se abandona. De todas maneras duele. Y eso ocurre, dadas las circunstancias y lo que provoca el tercer estado del hombre es mejor dejarlo ahí, no tocarlo mucho, no jugar con él, porque además nadie te entiende, nadie. Buscas respuestas y ni madres, quedas como un personaje débil ante la mayor parte de la gente cuando juegas con esto y buscas respuestas que jamás vas a poder encontrar. Es una puta sensación de morir por dentro, se vuelve una carrera de resistencia, no de poder, como muchos lo tendrían catalogado, es de resistencia. Así como el periodismo. Gana el que aguante más, gana aquel que no abra su juego, gana aquel que demuestre estar bien, aunque por dentro no lo esté. Gana el que tiene estrategia, gana el mayor, el mayor hijo de la chingada, como le dirían a David Reynoso en la película Viento Negro.
Así pues que debemos los seres humanos aprender a vivir con esos tres estados ideales porque si bien el primero es inalcanzable, los otros dos siempre están al alcance de la mano y son fáciles de llamar.
Aquel que diga que no se ha enamorado, perdónenme pero es un cretino o de plano está muerto. Y aquel que diga que no se ha empedado, pues muy su gusto y no sabe lo que se pierde.

Ahí les dejo una versión de Muse, recomendada por mi amigo Mundo y basada en la viejísima canción I'm Feeling Good que era interpretada maravillosamente por Nina Simone.




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