viernes, octubre 10, 2008

Sol de otoño

El centro de la ciudad sigue oliendo a lo mismo: a mierda.

Camino por la 16 de Septiembre y 7 Poniente. Doy vuelta hacia los cines. Veo una pareja. El tipo medio mugroso la abraza a ella. Ella, guapa, con los cabellos de colores, buen cuerpo, muy buen cuerpo le sonríe y le da un beso. Recuerdo una escena de hace años cuando vi Memento, en esos mismos cines: Salíamos tomados de la mano. Caminábamos hacia La Catedral, nos sentamos de hecho en el atrio y, de pronto, te me quedaste mirando de una manera rara. Abriste los ojos y me gritaste: "¡No me mires así!".

Fue en el 2002, lo recuerdo bien. Te fuiste y desapareciste. No llegaste a casa. Yo me embriagué esa noche con el Huachi y el Negro. Volví a saber de ti al otro día que cenamos en El Café Plaza de la Avenida Juárez y 25 Sur (ya desapareció, ahora es un restaurante de carnes como los que abundan en esa calle).
Creo que ahí comenzó la fractura.

Sigo caminando y de pronto me llega un olor a un perfume barato. Veo a unos mocosos que se besan. Las calles del centro parecen antros de Cholula: la misma fiesta pero con diferentes borrachos

La Catedral es la misma, las señoras que gritan "¡borrachitos!" o los productos para los "cayos para los mezquinos" o "Le nace le crece el cabello", sin olvidar el sonido de los despertadores. Los globeros, los pordioseros que apestan a madres y son parte de este escenario en donde huele a mierda.

El cielo es el único que cambia. El cielo en otoño es lo más hermoso que se puede admirar.
Octubre (pasando las últimas lluvias) y noviembre, el sol y el cielo cambia completamente a diferencia de todo el año. La Avenida Juárez a las siete de la noche se vuelve tétrica, la luz se empieza a esconder para dar paso a la oscuridad. El viento arrecia. Todo se muere por un instante. Es como si en un segundo se parara todo. El chillido de unos pájaros negros controlan la escena. Y como si imaginariamente hubiera un tronar de dedos, todo regresa a la normalidad: los putos salen al Paseo Bravo. Los escritores poblanos se van a Profética a tomar café. Los juniors van a los gimnasios a lucir las nalgas. Los niños usan aún sus uniformes escolares.

En el centro, los politiquillos de medio pelo toman café en el Italian que está en la Juan de Palafox y el Portal Morelos. En el Vitorio's hay unos extranjeros comiendo Pizzas. En las esquinas los papeleros con sus mismos discursos. A unos pasos El Sol de Puebla.

Y el centro de la ciudad sigue oliendo a lo mismo: a mierda.

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